Alguien quien entiende así el arte, inevitablemente llega a crear el arte simbólico. Por eso se nos parece lógico el camino de la creación artística que ya ha recorrido Julio César Villalva: desde el abstraccionismo lírico hasta los últimos Cristos, pintados con unas pinceladas francamente expresionistas; desde el deseo de plasmar una situación emocional momentánea y perecedera hasta la búsqueda de las raíces permanentes de la existencia humana.
¿Qué nos llama más la atención de las imágenes de “Cristos” y “Santos”, presentados en esta serie? A primera vista, es la expresión fisiológica y muy naturalista del dolor, -rasgo que las aproxima mucho a las imágenes de los “Cristos” esculpidos por los artistas mexicanos anónimos-. Este dolor físico, plasmado con tanta fuerza plástica en las imágenes de los “Cristos” anónimos encarna una idea antiquísima y bien arraigada en la mentalidad mexicana. Es la idea de una gran necesidad existencial del sacrificio doloroso y cruel. Para el mexicano, sin el dolor, sin la muerte y sin la autoflagelación (sea material o espiritual) no puede haber ni la salvación, ni la redención. Con sus “Cristos” Julio César Villalva esta reafirmando una vez más la esencia sangrienta de la redención en México.
Pero hay algo más en sus pinturas. Hay una tentativa (Y muchas veces muy bien lograda) de penetrar en la fuente del dolor físico. Hay un anhelo de adentrarse en las profundidades del s i g n i f i c a d o del sacrificio. Hay un ansia de comprender la razón de su eterna repetición.
El artista es un gran visionario de los otros mundos. Por eso no es casual que los pintores más afines a Julio César Villalva resultan ser W. Blake, P. Gauguin, J. Bosco y J. Roualt. El joven artista podría firmar como suyas las siguientes palabras de William Blake: “La naturaleza no existe sólo los espíritus, con los que no sólo podemos, sino debemos comunicarnos a través de la imaginación visionaria.” De aquí las nuevas características formales de la serie VÍA X (Camino a la cruz): un colorido intenso y vivo casi sin semitonos, los golpes visuales del rojo de la sangre, la línea nerviosa e imponente del dibujo, las grandes dimensiones de los cuadros. Las imágenes de los cuerpos que visualizan la vida del alma.
En medio de una sociedad comercializada, muchas veces necesitando del dinero y de los materiales, el artista sigue conservando su actitud profunda y mística frente a la necesidad de la creación.
La obra de Julio César Villalva nos pone delante de las cuestiones primigenias de la vida y la muerte, nos inquieta, nos hace sentir y pensar de una manera diferente.
Julio César Villalva Jiménez, cual su famoso tocayo el estratega militar romano, conquista los nuevos mundos. ¡Ojalá que estas conquistas siempre sean fructíferas y duraderas!