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Los “Cristos” de Julio César Villalva.

 

Svetlana Vasilieva, 1994. Doctora en Filosofía (Estética) por la Universidad de San Petersburgo, Rusia.

Lo que llamamos cuerpo

es una parte del alma.

William Blake

 

El hombre común y corriente tiene cinco sentidos. El artista tiene el sexto. Es la necesidad de expresar sus experiencias sensuales, intelectuales, religiosas, e incluso fisiológicas, creando una obra de arte. Esta necesidad lo sitúa en una posición marginada frente a cualquier tipo de sociedad. Muchas veces la sociedad perdona esta diferencia sólo después de la muerte del artista. Y, sin embargo, el arte sigue existiendo, sigue produciendo nuevas visiones y nuevos mundos espirituales, a pesar de (o tal vez, gracias a) las enormes dificultades materiales que enfrenta el verdadero artista cada día de su existencia terrestre. La vida y la obra de Julio C. Villalva Jiménez confirma nuestra tesis. Parece, que desde su adolescencia la inquietud de plasmar las profundas visiones de su mundo interior lo impulsaba a incursionar en muy diversos campos del arte, como el dibujo, la música, el modelado en barro, el teatro y la danza. De 1986 a 1991 cursa la carrera como ejecutante de danza contemporánea en el INBA. En 1990 inicia su carrera como pintor, formalmente hablando. Desde 1991 hasta la fecha, Julio C. Villalva ha participado en cinco exposiciones colectivas y una individual, titulada elocuentemente “Arde el silencio”.

 

       A pesar de ser muy joven, el artista ya tiene bien definido su credo creativo y existencial. Para él, el arte no es el fin en sí, sino que, más bien, el medio para expresar la profundidad de los mundos interiores del hombre. Su vida no se reduce a su oficio de pintor: lo que pretende de la vida es formarse multifacéticamente como individuo. Julio César entiende la creación como la entendía el gran escultor Auguste Rodin. Para el último la obra de arte ya se encuentra implícita en el material. Sólo hay que quitar al material lo que le sobra, escondiendo su esencia. Entonces el material empieza a emanar una energía animada, idéntica a la del alma.

 

       “La esencia del material es la misma del alma”, opina el joven artista. Antes de empezar la obra, el artista se plantea ciertos objetivos, muchas veces conscientemente. Para él, es importante tener una propuesta, si no hay nada que decir es mejor no empezar la obra. La imagen inicial que tiene el artista entra en confrontación con el material, entablando un diálogo con el cuadro.

 

       Julio César Villalva es un pintor muy mexicano. Para él las obras de arte no son objetos sin vida, como suele postularse en el postmodernismo occidental, sino sujetos con energía. Su creación es muy mexicana en el sentido de que anima el objeto. Y esta actitud de la animación de los objetos de la vida cotidiana es una constante de la conciencia mágica, propia del mexicano.

 

       Julio César Villalva entiende el arte como una magia que anima el material, soplándole una vida nueva, fuente inagotable de energías misteriosas. Esta energía es necesaria tanto para el artista como para el espectador, puesto que nos ayuda a penetrar en la esencia del cosmos y del alma humana. Al separarse de su creador, la obra de arte empieza a vivir su propia vida, continua creándose a sí misma, por lo que al entrar en contacto con ella, nuestro “yo” más profundo se empieza a comunicar con la esencia del cuadro, enriqueciéndose mutuamente. Por eso, según Julio César Villalva, el verdadero arte tiene el carácter de religioso. El objetivo del arte es captar lo que está más allá del arte.

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