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Bajo el Signo de Cantata Nocturna

 

César Delgado Martínez, 1996. Cronista y Periodista Cultural.

 

La obra pictórica como metáfora visual. Julio César Villalva, maneja varios elementos que amalgama en un todo orgánico: la representación del cuerpo humano como vehículo para experimentar el placer y el dolor, la iconografía como el centro de la imagen virtual de la moral judeo-cristiana imperante en nuestra sociedad, el manejo del espacio-movimiento-tiempo con un sentido del equilibrio completamente logrado, la desacralización de algunos símbolos cargados de fe y de esperanza y el golpe directo a las vísceras del espectador que cae subyugado por el impacto que produce la ironía, la irreverencia, el sarcasmo y la sinceridad del creador.

 

       Me pregunto constantemente cómo es posible que alguien vital, optimista y lleno de ilusiones como Julio César Villalva, es capaz de pintar esas imágenes llenas de crueldad por reales, pletóricas de violencia por cotidianas y cargadas de emociones por divinas.

 

       La pintura de Julio César Villalva mueve al espectador al goce estético y a la reflexión, al regocijo de lo que comúnmente no se expresa y a la asimilación de la idea de que el arte puede llegar a ser impredecible.

 

       La mayor parte de los cuadros están pintados en papel “por la carencia de recursos económicos” y por aprovechar otros elementos que le ayuden en el formato.

 

       Su obra es de reflexión y búsqueda sobre el tiempo, a los muñecos que están dispersos por su obra, logra inyectarles vida, animosidad; muchos de ellos son portadores del clamor, de la denuncia, del mensaje, aunque muchos consideren que en la pintura no es conveniente que contenga un mensaje.

 

       Observar las figuras de este artista, es como volver a la infancia, a los juegos, a las travesuras con los amigos y los juguetes, al mundo mágico de la quimera, con toda la carga emotiva que esto significa, con la capacidad y espontaneidad lúdica, en que se adivina dolor, alegría, desamparo, fetichismo y cierto erotismo.

 

       Repasar su obra es el retroceso del hombre maduro a la cándida niñez llena de gracia y esperanza. Es hablar del desamparo aferrado a la maternal confianza y protección mariana -religiosamente hablando-, de una madre que en el cuadro se manifiesta enteramente o se intuye por los símbolos.

 

       Esta exposición del IPBA [Instituto Potosino de Bellas Artes], es una muestra que no se debe dejar de mirar y analizar, asimilarla en su cruda realidad, valorar la desenvoltura de su concepción y realización, y reconocer la riqueza de valores del autor.

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