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El Teológico Streap Tease

Germán Rodríguez Sosa, 1994. Poeta y Periodista Cultural.

 

En el Pentecostés de la pintura, el Espíritu Santo desciende con rosas flamígeras mientras nosotros, aspirantes al apostolado del misterio, hablamos y entendemos repentinamente lenguas desconocidas, por obra y gracia del símbolo que se desnuda de artificios en el lienzo… Porque miramos el trabajo pictórico de Julio César Villalva y nos es inevitable preñarnos de inquietudes nuevas y constatar que ahí tiene lugar un streap tease teológico, un desnudamiento de la herencia y el sentido religioso. Y un despojamiento, como si en un arrebato de mística pasión se desgarraran los ropajes de la tradición, en este caso de la tradición judeo-cristiana.

       En sus cuadros se nos aparecen las vírgenes dolientes, claman los profetas, los Cristos se desacralizan, los cálices derraman sus elixires sacrificiales y el Apocalipsis del dolor se nos revela a la hora y en la hora del dogma agonizante, en medio de una lluvia de colores incendiarios, matices sombríos, inesperados brillos. La obra de Villalva es sin duda una provocación pero también una invitación, la posibilidad de retornar al primigenio y prístino sentido religioso, más allá de lo eclesiástico, del dogma y de los símbolos contaminados. Más cerca del Sagrado Corazón de la autenticidad.

       Ante nuestros ojos en el lienzo -tela de juicio- el mártir se nos desfigura, transfigura y por fin se neo-configura en protopersonaje iconoclasta. Un ángel desprendido del retablo de lo popular se apiada del ancestral suicida y en otro contexto, brutales huellas de pisadas testifican la profanación del mito. Ascenciones voluptuosas sobre los infiernos de la fe perdida. Paganismo ecuménico y artístico. El artista decide indagar, pincel en mano, qué hay tras los símbolos arcanos y se pone a hurgar en la iconografía para cuestionarla, desmembrarla, desenmascararla.

       Con todo su bagaje sincrético, con el peso de una formación católica y con su búsqueda incesante en los terrenos de lo místico, Julio César Villalva arremete contra sus propias obsesiones y nos muestra en sus cuadros el proceso: de la pérdida de fe a la conversión iconoclasta, del espíritu poseso al exorcismo pictórico, de la reverencia enajenada a la reverencia redentora, del símbolo prostituido al sentimiento desnudo, y todo ello expresado, consciente o inconscientemente, bajo la influencia plástica de la imaginería eclesial, los iconos medievales y bizantinos, el humilde y pintoresco ex-voto en los altares de los templos, sin olvidar el grafiti callejero. Elementos que se conjugan. Acervos que se sintetizan en una obra altamente sugestiva llena de propuestas éticas y estéticas. Revitalización, confrontación o negación del arquetipo. Experimentación plástica y existencial. Lúdico streap tease de la moral judeocristiana y hallazgo de lo sacro y lo sensual. Porque un hálito místico-erótico recorre estos cuadros para introducirnos al rito en que se funden y se confunden deísmo y ateísmo, herejía y beatitud, monoteísmo y paganismo. Y no queda más remedio que entregarse a los oficios del artista, compartir sus “pecados” y comulgar con él en sus afanes teofánicos.

       Muy especialmente un cuadro de Villalva nos cimbra. Aquel donde la Muerte - la Santa Muerte- en primer plano y de espaldas a las fantasmagóricas presencias que se alejan, nos ofrece flores en un gesto de suprema gentileza. ¿Acaso nosotros, espectadores profanos, rehusaríamos tomarlas?… La propuesta de Villalva es que aceptemos las flores de la Muerte pues ella es el único reto capaz de devolvernos la conciencia y el asombro de estar vivos. De ahí que el Thanatos, como una mariposa nocturna, revolotee en la obra de Villalva para recordarnos que no hay tiempo: sólo este minuto para conjurar y transmutar las llagas, el rostro sangrante, las espinas en el corazón, la culpa y el dolor. Sólo este minuto para desnudarnos de artificios y resucitar al sacramento de la vida, sin dogmas, sin iconos castrantes y atemorizantes. Con placer por recobrar la religiosa piel de lo amoroso, antes del pecado original, en el génesis del éxtasis.

       En la hora del teológico streap tease, el vouyerismo pictórico de Julio César Villalva. Amén

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