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Arde el silencio

 

Sonia Garduño, 1993. Licenciada en Bibliotecología por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Su personalidad emerge con una potente originalidad, asimilando su energía mágica, sus experiencias y necesidades para atraparlas en sus trabajos.

 

       Julio César Villalva desarrolla una obra en la que la temática expuesta, algunas veces dramática y otras sugerida, suave y transparente, alude a sensaciones táctiles a imágenes a rato diluidas a ratos contundentes y concretas, pero siempre cargadas de una intensa significación.

 

       Sus imágenes son el grito que descubre las cicatrices del alma. Cada uno de los cuadros son un pedazo de las razones que mueven al pintor, donde la comunicación del papel y el óleo con el creador es el medio para lograr el equilibrio preciso: esa atmósfera en la que se descubre el estado de las cosas, su ánima.

 

       El papel determinante de la danza, el regreso a los orígenes, la madre tierra, los elementos de vida, el juego con ángeles y demonios, el destino, lo mundano, el amor que no es frio ni caliente, sino éxtasis o agonía y el reconocerse como primer premisa, son obsesiones constantes plasmadas en el lenguaje de las sensaciones. Con esa manera de ver las cosas, siempre impaciente, fija su visión en una idea, en un recuerdo o en una imagen para sacar lo sustancial.

 

       Julio César Villalva concibe su oficio como una forma de enfrentar la vida, la posibilidad de transformarse y transformar: “…pinto porque es una necesidad de hacerlo, no es búsqueda ni expresión gratuita, es la necesidad de nombrarme y luego existir. Ser pintor es el oficio mismo de vivir.”

 

       Así de clandestino y profundo resulta su trabajo, así de radical y de vivo.

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